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viernes, 8 de febrero de 2013

¡Tiéndeme tu mano!





¡Oh, mi Dios, mi sendero, mi agua clara!
necesito de tu amor esta mañana...
Una mano, una sonrisa, una mirada,
un abrigo que le dé calor al alma.
Quiero hacerme pequeña como el ave
y en el cuenco de TU mano hallar morada.















La música en mí...



Nací de un vientre amoroso
que mecía mis entrañas.
El piano fue el instrumento
que mi madre acariciara 
mientras Dios me formaba
y un estilo me pintaba.
Silencio, música, amor,
llanto, palabra
o la nada.
Arpegios, canto, armonía
dulcemente conjugados.
La sonrisa, la ternura,
cadencia de alma a alma.
En tibia agua materna
y con música gestada,
así se formó mi vida,
nadie podrá borrarla.
Hoy advertí que si falta
es que tengo muerta el alma. 

¡Eran mis abuelas!



De raíces tanas y alemanas,
 de savia peregrina,
llegaron a esta tierra
y fueron florecidas.
Ni vientos, ni heladas
ni tórridos veranos
o el peso de humedales
les quitaron fuerzas.
Especies nutridas,
resistentes, tiernas.
A sombra y media sombra,
a sol y resolana,
mostraron sus flores sin recesos,
sin más apoyo
que un verde muro de esperanzas
que jamás abandonaron.

Abuelo Zehnder




Baúles, fotos, enseres...
Y en medio de ellos
un pequeño niño rubio
ojos color mar.
De un año cumplido.
¡Semilla fresca cayendo en tierra fértil!
Suiza en las retinas y en el alma
y este país inmenso
deseoso de fertilizar bajos tus pies.
Con los años,
tu peso de hombría
en vertical presencia.
Y tu amor fecundo 
en el vientre de una mujer íntegra.
De allí vengo:
fruto de una rama
que alimentó tu savia.
¡Bendito seas!