Allí donde el agua conserva su inocencia,
allí donde la vida se enciende
después del amor bien concebido,
queda fragancia incólume
de fruto madurado,
suspendido en capullo femenino.
Capullo endulzado por el padre
que soñaba sus ojos en un niño.
Fragancia reservada por la madre
que supo ver amor en ese brillo.