Dijiste:
___"...¡Señor, mi queja es ésta:
TÚ, me comprenderás: de amor me estoy muriendo pero no puedo amar!..."
Lo pensaste mucho, tu hijo te preocupaba, no quisiste herirlo con lo endeble de tu salud.
Y el mar te habitó.
Y en lenta injuria ahogó sus sueños
porque preferiste
el holocausto,
ante el clamor presagiado de una muerte lenta.
¡Así guardamos y honramos tu destino florecido!
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